domingo, 24 de febrero de 2013

LOS DOS BALCONES DEL GENERAL PERON.
Todos los argentinos conocen un solo balcón, el considerado “balcón de Perón” en la Casa Rosada de Plaza de Mayo. El balcón de las grandes gestas del Peronismo, el de los 17 de octubres, el del último discurso de Evita, el de la nacionalización de los ferrocarriles, el de los Primeros de Mayo, el balcón del “retorno” y la tercera presidencia y el balcón de aquella triste e inolvidable despedida: “Me llevo en mis oídos la música maravillosa con la voz del pueblo argentino…” Es el balcón de las grandes alegrías y de las grandes tristezas argentinas, el lugar donde se fue a soñar y dar rienda suelta a la esperanza para depositar en un cofre imaginario el destino de nuestra nacionalidad. Un lugar y un espacio mítico, transformado en un altar pagano por la religión de un pueblo enamorado de su Líder, que concurría allí para expresarle cuanto lo amaba y cuántas ilusiones había depositado en él. Pero existió otro Perón, desconocido acaso por las grandes mayorías, y ese que un día fuera un iluminado por la Providencia, debió transitar en soledad el amargo camino del exilio y el ostracismo, allí también tubo su balcón, pero solitario, lleno de frustraciones y tristezas. Balcón que nadie conoce, y que por esos avatares del destino, tuve la fortuna de inmortalizar: -Mi General, ¿me permite que le tome una foto en el balcón para el recuerdo, con el fondo del Cerro del Ávila que tiene un verdor impresionante? -”!Cómo no hijo! Es una muy buena idea suya, seguramente será una linda foto para mandársela a los muchachos” Sin yo saberlo, estaba escribiendo la historia, y esa foto “tomada casi por casualidad” se inscribe en la parte amarga del hombre exiliado que estaba frente a mí, el mismo que tiempo atrás, en “otro balcón” lejano hiciera temblar de alegría y emociones a más de un millón de personas cientos de veces. Era el mismo General Perón, que ahora en la lejanía y soledad del exilio, frente al lente de mi cámara, posaba con su mirada adusta, como quién interroga al misterio del insondable y le preguntaba vaya uno a saber que secretos no revelados. Ese balcón colgado frente a un cerro allá en Caracas, guarda secretos que casi todos los argentinos ignoran, pero yo he tenido la fortuna de arrancarlo del olvido a 56 años de distancia para compartirlo con mis amigos.

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