domingo, 3 de marzo de 2013


‎!Y HASTA IMPLOSIONO EL VATICANO CON EL PAPA ADENTRO!
Hace un poco más de medio siglo, cuando salí por primera vez de argentina, todavía el mundo era previsible. Las grandes transformaciones y los grandes adelantos científicos de la civilización, habían tardado miles de años en aparecer y aún se respiraba en los claustros y en los centros del “moderno” pensamiento, esa ingenuidad pueblerina que el paso del tiempo no había podido todavía alterar. La nostalgia por el pasado, era más bien folclórica que preocupante y para la mayoría de nosotros todavía existían el “cielo y las estrellas”, las velocidades aún se medían con los cálculos de Pitágoras hechos hacía casi tres mil años y entre los apolillados libros de las viejas bibliotecas, descansaba toda la sabiduría de la humanidad. Miles de afilados lápices, cientos de ingenieros y toneladas de papel eran necesarios para realizar un simple cálculo astronómico, una ecuación matemática, una medición sistemática y la velocidad promedio con que se movilizaba el mundo, no pasaba de 150 kilómetros la hora. Una carta desde Europa demoraba para llegar a América casi un mes. Fue necesario extender un cable submarino desde el viejo continente hasta el nuestro para oír nuestras voces y comunicar nuestras ideas, las urgencias en las comunicaciones se suplían con telegramas, donde intervenían cientos de operadores manuales y entre la emisión y el recibimiento pasaban largas horas, realizar llamadas telefónicas internacionales constituía toda una abominable tragedia y en general aquél mundo de la década del año 50 eran un mundo lejano, aislado y ajeno. Mientras muchos de nosotros nos imaginábamos que nuestra vida y nuestras luchas eran para insertarnos en el futuro, ese imaginado mundo idílico de las grandes revoluciones de la historia, esa grandes causas que iríamos a generar y protagonizar, lo estábamos intentando ingenuamente caminando de a pie, comunicándonos por carta y viajando en autobuses destartalados por el continente. En esos mismos tiempos, el progreso de la ciencia y la tecnología nos pasaban por encima, se rompía la barrera del sonido, los laboratorios se llenaban de minúsculas y diminutas maquinitas que con solo enchufarlas en un lugar cualquiera, reemplazaba miles y miles horas de trabajo del pensamiento y de la mente de millares de hombres de ciencia en el mundo. A nuestro alrededor se estaba transformando le Creación, ese universo limitado que por millares de años percibieran nuestros ojos, de pronto, un día lo veíamos alejarse en el infinito y asombrados vimos circular nuestro planeta un aparato satelital inventado por el hombre. Temblamos sin saber porque lo hicimos y no era de miedo, era de ignorancia frente a lo que de golpe nos venía de destruir nuestro ingenuo mundo y nuestras ingenuas convicciones de “idealistas” y de románticos soñadores. Pero nadie, ni el más osado mortal pudo imaginar, que estaba siendo testigo de la más increíble transformación jamás imaginada por mente alguna y que eso traería aparejado la más vertiginosa transformación del ser humano en toda la existencia de la especie. Fue un hecho tan sorpresivo y tan violento, que rompió todas las estructuras de la convivencia humana en el planeta, fue el tiempo de la aparición de una nueva raza, de una nueva dirigencia, de un nuevo colectivo social que llegaban para cambiar al mundo: Los científicos.
Su llegada, no solo sorprendió a los sofistas, sino que los obligó a buscar luces, dejaron de atrincherarse en las viejas sabidurías milenarias de la filosofía, la historia y las tradiciones, que si bien fueron faros de iluminación en el pasado, hoy aparecían como obsoletos caparazones frente a la impronta de los nuevos tiempos. La ciencia y la tecnología, llegaban con baterías de grandes innovaciones que de inmediato transformaron la vida de la gente, prolongaron años la vida, descubrieron nuevas formas de vivir, le dieron en poco tiempo confort, luces, color y músicas diferentes; todo fue más brillante, más hermoso, más simple, más humano. Achicaron el mundo, acercaron las estrellas, le cambiaron las rutas, le agregaron distancias, le destruyeron mitos, le dieron libertad cercenando sus derechos y le impusieron obligaciones de convivencia que les afectó enormemente su independencia personal. !Crearon una nueva civilización, nos guste o no nos guste! Hoy ya estamos inmersos en este nuevo amanecer y aún si imaginar su final, despacio, muchos ya nos estamos integrando a él, es de esperar que a medida que transcurran los años por venir nos  sigamos sorprendiendo y seguiremos viendo caer paso a paso todo aquello que en el pasado nos pareció eterno y hasta sublime. Por eso, cuando leemos y observamos propuestas revolucionarias que se hacían hace 50 años nos da tristeza, nos da mucha pena y no tenemos ideas, ni argumentos para ayudar a combatir tanta ingenuidad. Los viejos, somos los que hemos percibido con mayor rigor todos estos cambios abominables, cambios que para muchos de nosotros habrán de ser motivo de llegar confundidos a la tumba, pero para otros, en cambio, llegaremos sabiendo mucho, mucho más de lo que supieron nuestros antepasados en millones de años transcurridos. !Y eso no es poco! Con decirles, que hasta en los cambios producidos por la marcha implacable de la transformación absoluta de la historia de la humanidad, hasta implosionó el Vaticano con el Papa adentro!

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