viernes, 8 de marzo de 2013




LAS 40 MIL CARTAS QUE PERON ESCRIBIERA EN EL EXILIO.
!Qué manera de trabajar este hombre! Escribía o contestaba un promedio de diez cartas diarias durante la semana de lunes sábado, tarea que cumpliera rigurosamente durante sus 18 años de exilio. Fue, sin lugar a dudas el único general en el mundo que ganó una guerra con una maquinita de escribir. ¿Por qué puedo afirmar esto? Por haberlo observado durante semanas sentado frente a su “Olivetti” portátil primero y a su también portátil “Remingtón” después. “Mis máquinas tiene que ser portátiles, porque no se cuanto tiempo voy a estar viviendo en un lugar con esta vida de gitano que ahora tengo”. Era asombroso ver su disciplina en el ejercicio de su tarea y la dedicación casi enfermiza que ponía. En su mesita de trabajo, cada cosa estaba ordenada en “su lugar” y la mayoría de las cartas las escribía en papel de avión; “liviano, para que pesen menos y el franqueo sea más barato” me dijo alguna vez. Eso sí, toda su papelería tenía impreso en el tope de la página, el nombre de Juan Perón; era muy cuidadoso en ello, a tal extremo que cuando se le acababa el papel se preocupaba muchísimo porque “van a creer los muchachos allá, que la carta que están recibiendo no es mía” decía rezongando mientras tipiaba su nombre a máquina en el costado izquierdo del papel. Las cartas importantes las meditaba en silencio allá cerca del ventanal, mientras alguno de nosotros permanecíamos sentado en los sillones del living o preparábamos algo para enviar a la argentina. Escribía a contraluz dando la espalda al gran ventanal: “Si me pusiera al revés, me molestaría el reflejo del sol en los ojos” le oí decir muchas veces. Esta cartas importantes, la escribía siempre en papel “Bond” y eran las que generalmente se entregaban de manera personal “en sus propias manos” y la mayoría de las veces las escribía de puño y letra. Tenían en sí un mensaje especial, diferente, y al ser personalizadas, ese manuscrito significaba una distinción extrema hacia le persona que iba dirigida. Una carta de ese tenor hablaba de un “Mensaje Supremo” a los que muy pocos tenían el privilegio de llegar. Lo mismo ocurría con los abrazos que daba Perón. Un abrazo prolongado, mejilla a mejilla, era un mensaje que asociaba al que lo recibiera con la más alta aceptación de su parte, en cambio, un abrazo frío marcaba cierto distanciamiento y no digamos lo que significaba, cuando daba la mano con firmeza y detenía al que lo intentaba abrazar. Pero sigamos con las cartas: hubo épocas en que llegaban infinidad de cartas que “debíamos ayudar a leer” y que provenían de los lugares más insólitos y remotos, ya que la gente se las ingeniaba para hacérselas llegar, muchas desde Chile o desde el Paraguay porque la dictadura las interceptaba a todas. En cambio, cada una de las cartas que el General escribía eran como “un cañonazo” contra la dictadura, por eso para él tenían tanta importancia, ya que “no era cuestión de escribir cualquier cosa” como con frecuencia solía decir. “La gente está desesperada y espera mis directivas, mi aliento y comprensión para continuar la lucha”. !Cuántas veces lo veíamos en silencio asomado a ese balcón del piso once, mirando a la inmensidad como esperando una respuesta que no llegaba a su inspiración! Este tema de la correspondencia del General, quizá sea el tema menos tratado en toda la historia del Peronismo, siendo que es el más importante y que dio vuelta el destino de nuestra Patria y generó un potente diálogo entre un pueblo sometido por gobiernos dictatoriales y su líder arrinconado en un oscuro rincón del continente americano, como lo eran la Caracas y la Santo Domingo de entonces. Los historiadores que han escrito y escriben sobre Perón, aún no han tenido el profesionalismo requerido por la hermenéutica y la historiografía para rescatar, de entre esas miles y miles de cartas, la verdadera historia contemporánea argentina que ha sobrevolado los últimos 70 años de nuestra historia. La monumental tarea desarrollada por ese hombre en soledad, no tiene parangones en ninguno de los líderes conductores de pueblos en el mundo y esas 40 mil cartas de las que hablo, (que pudieran ser más) están ahí diseminadas en cientos de cajas fuertes y cajones arrumbados, propiedad de argentinos que ignoran el tesoro que la Providencia depositó alguna vez en sus manos o en las manos de algunos de su familiares ya desaparecidos. Este simple ciudadano, que fue un oscuro testigo y hoy un simple y anónimo militante, ha sido uno de los millares de esos bendecidos que han tenido el extraño y raro privilegio de atesorar en sus manos (entre cartas y tarjetas de felicitaciones) unos 20 escritos por Perón dedicados a su persona. !Me queman en las manos porque no puedo hacer nada con ellas! Pero por lo menos, las iré publicando para así arrancarlas del olvido y de esa manera, entrarán en la historia grande del Perón que habrán de conocer algún día, los argentinos del futuro. ¿Qué más pudiera hacer con ellas?

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